Magnifico Rector, Excelentísimo señor
embajador de España en Roma, señoras y señores,
Es para mi un honor representar, en esta ocasión, al
grupo italo-español que, bajo la dirección del Prof.
Blázquez Martínez, realiza las excavaciones y los
estudios sobre el Monte Testaccio.
Quisiera traer a colación un texto de Miguel de
Cervantes, quien en su novela "El licenciado
vidriera", la historia de aquel estudioso que se
creía de cristal, hace decir a su personaje:
"¿Que me queréis, muchachos porfiados como moscas,
sucios como chinches, atrevidos como pulgas? ¿Soy yo por
ventura el Monte Testaccio de Roma, para que me tiráis
tantos tiestos y tejas?"
La visión cervantina del monte Testaccio coincidía con
la tradición popular romana. Para los romanos de la
época de Cervantes, el Testaccio era un basurero donde
se habían arrojado las ánforas que habían llegado a
Roma, procedentes de todas las provincias del Imperio
romano, conteniendo los productos pagados como tributos.
Así este basurero era una muestra del orgullo y poder de
la Roma antigua.
Posiblemente, gracias a esta idea, se nos ha conservado
el monte, que, según la documentación conocida,
perteneció, desde antiguo al pueblo romano, que llegó a
defenderlo imponiendo, incluso, pena de ser enviado a
galeras a los que sacaran tiestos del monte.
La tradición popular tenía razón sólo en parte,
ciertamente allí estaban las vasijas que habían traído
tributos a Roma, pero procedían, casi todas, de una
única provincia, la Bética (actual Andalucía,
España), y contenían un sólo producto, aceite de
oliva.
El Testaccio, hasta el ultimo cuarto del siglo XIX,
había sido un punto de encuentro del pueblo romano, en
la Edad Media se llevaron a cabo fiestas de carnaval y
durante largo tiempo, por su semejanza con el Calvario,
se efectuó un vía crucis, que aún una cruz en la cima
del monte recuerda. Desde el siglo XVI se venían
construyendo en sus laderas cuevas para guardar vino,
pues el monte mantenía una frescura particular. La
abundancia de bodegas ayudó a mantener el carácter
lúdico del lugar, celebrándose aquí fiestas y
romerías hasta que sus alrededores fueron urbanizados a
finales del siglo XIX.
El Testaccio visto
desde la vertiente occidental.
Los eruditos romanos sabían que en el
Testaccio aparecían, frecuentemente, asas de ánforas
con marcas impresas antes de la cochura del vaso. En la
segunda mitad del siglo XIX el padre Bruzza se había
interesado por estos materiales, formando una colección
como ya había hecho Marini.
Cuando Mommsen organiza el Corpus Inscriptionum
latinarum (CIL) encomienda a uno de sus alumnos,
Henrich Dressel, el estudio del Instrumentum
domesticum de Roma, razón por la que empieza a
ocuparse del Monte Testaccio y sus sellos. La fortuna le
sonríe y, un día de lluvia, que le sorprende trabajando
en el monte, le permite descubrir que sobre aquellos
tejos húmedos se veían unas inscripciones pintadas con
tinta negra. Inscripciones que Dresssel supo leer y
descifrar. Ese día el Testaccio dejó de ser un basurero
para convertirse en un archivo. Un archivo sin
estanterías, sin secciones, sin orden aparente.
El desciframiento de las inscripciones pintadas sobre las
ánforas permitió a Dressel asegurar que venían de la
Bética, que en estas inscripciones, además de hacerse
constar la tara y el contenido neto de las ánforas, se
hacía constar unos nombres que Dressel consideró que
representaban al propietario del aceite envasado, y que
mas tarde otros documentos epigráficos demostraron que
se trataba del nombre de los comerciantes y
transportistas, y un complejo control fiscal en el que se
hacía constar la data consular en la que se expidió el
ánfora.
Así pues, estos datos convertían al monte en el mayor
archivo de carácter económico del imperio romano, con
la particularidad de que encerraba una información
puntual y precisa sobre el comercio de uno de los
alimentos fundamentales de la dieta alimentaria
mediterránea: el aceite de oliva.
Dressel publicó sus trabajos en el volumen XV del CIL a
finales del siglo pasado afirmando, que de los olvidados
fragmentos de ánfora del monte Testaccio, nacía una
nueva luz para el conocimiento del mundo romano. Durante
muchos años nadie volvió a ocuparse de este archivo. En
1972 Rodríguez Almeida publicó un nuevo trabajo que
volvía a poner de actualidad del monte. Por las mismas
fechas M. Ponsich retomaba los trabajos que G. Bonsor,
contemporáneo de Dressel, había iniciado en la Bética.
Heinrich
Dressel. |
Georges
Bonsor.
|
El descubrimiento de
Dressel revolucionó cuanto se sabía sobre la economía
romana, pero no adquirió relevancia hasta que, casi un
siglo después, empezaron a ponerse en contacto sus
investigaciones en Roma con las que, al mismo tiempo,
había realizado George Bonsor en la Bética.
La conjunción de estos trabajos hizo inderogable la
realización de nuevas excavaciones arqueológicas en el
Monte.
Después de largos preparativos, a partir de1989 un
equipo conjunto de las universidades de Madrid y
Barcelona, en colaboración con el Dipartamento di
Scienze della Terra de la Universidad de Roma, se ocupa
de las excavaciones del monte Testaccio.
Visita a la
excavación de la Excma. Sra. Embajadora de España en
Roma.
De izquierda a derecha: Prof. J.Mª. Blázquez Martínez
(Univ. Madrid, Director de la excavación),
al fondo Prof. B. Toro (Univ. di Roma, responsable
investigación arqueométrica),
Sr. C. Aragón (Agregado Cultural de España en Roma),
Sra. Rico Godoy (Embajadora),
Prof. O. Grubessi (Univ. Roma, responsable investigación
arqueométrica),
Prof. J. Remesal Rodríguez (Univ. Barcelona, Codirector
de la excavación).
Basta hojear cualquier diario de nuestros
días para ver que el mundo actual se divide entre
aquellos que disponen de suficientes recursos
alimentarios y aquellos a los que le faltan.
La Unión Económica Europea, tiene entre sus principales
problemas el control de la producción y la
redistribución de los alimentos, al interior de si misma
y al exterior de ella, en cuanto que los países del
tercer mundo, por ejemplo, pagan la adquisición de
material industrial con materias primas y productos
agrícolas, condicionando, directamente, la política
agraria europea.
En este sentido, el estudio de cómo el Imperio romano
resolvió sus problemas de avituallamiento es
particularmente interesante. El Imperio romano, que
controló un espacio más amplio que el que actualmente
ocupa la Unión Europea, creó una unidad política, un
orden legislativo superior - las leyes romanas - una
economía integrada y una lengua franca: el latín.
Características que constituyen actualmente las máximas
aspiraciones de la Unión Europea.
Sería impropio comparar el sistema económico moderno
con el antiguo, dos elementos fundamentales los separan:
la rapidez de las comunicaciones y el abaratamiento de
los costes de trasporte. Sin duda es interesante, tanto
para una persona culta como para el ciudadano medio,
conocer cómo un sistema cultural, que está a la base
del nuestro, con todas las dificultades que se le
presentaron en su tiempo, resolvió estos problemas. El
conocimiento de estos hechos históricos, aunque no
ofrezcan soluciones directas transferibles a nuestro
mundo actual, ayudan a conocer y comprender un factor
determinante de nuestra historia.
Augusto valoró perfectamente la importancia política
del control del aprovisionamiento de la ciudad de Roma y
del Ejército y fue por tal motivo, que creando la Praefectura
annonae, asumió bajo su control la producción del
grano de Egipto y del aceite de la Bética. Hoy como
ayer, la actuación del Estado en la vida económica es
uno de los elementos fundamentales en la evolución del
sistema político; hoy como ayer, la decisión sobre la
vida económica no es per se económica, sino
fundamentalmente política.
Si bien Dressel llamó a los fragmentos de ánforas del
Testaccio "minucias epigráficas", las
abundantes noticias que éstos contienen han abierto
nuevas perspectivas sobre la historia del comercio y de
la producción alimentaria del Imperio romano, sobre el
tipo de control que el gobierno central ha ejercido sobre
la periferia y la influencia política que la periferia
tuvo en el desarrollo del Estado romano.
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